ASTRONOMÍA
¿Hecho o ficción?
Tal día como ayer, 21 de julio, hace 51 años, el hombre puso por primera vez su pie en la Luna. En los últimos tiempos se han prodigado las voces que atestiguan que tal hito de la historia de la humanidad no fue sino un montaje. Yo, personalmente, no sabría qué decir, aunque sigo creyendo que tal suceso sí es verídico.
Pero, continúa el curioso interrogante al respecto de por qué no se ha querido volver a repetir la hazaña, para incluso mejorarla, con los obvios avances tecnológicos en el campo de la astronáutica que lo habrían hecho más fácilmente posible durante el siguiente medio siglo hasta hoy. Aunque yo siempre, como he señalado, he querido creer a los norteamericanos en este aspecto, estoy empezando a tener mis dudas, empezando a dar creciente crédito a la versión británica de los hechos, que insisten en que todo aquello del Apolo XI y el pequeño paso de Neil Armstrong que supuso "un gran paso para la humanidad" no fue más que un montaje teleinformático y cinematográfico llevado a cabo en el estado norteamericano de Nebraska.
Sea como fuere, como he mencionado, anoche se cumplieron 51 años de aquella madrugada en España que tuvo en vilo a todo el planeta frente a la pequeña pantalla, entonces en blanco y negro en prácticamente todos los hogares que tenían la suerte de contar con un televisor, siguendo con gran expectación aquel acontecimiento histórico, si realmente así fue.
Click aquí para ver mi poema "La Luna", en mi blog de poemas y canciones.
Click en el siguiente enlace si prefieres verla en versión original italiana:
Click en el siguiente enlace para escuchar mi interpretación de "MoonShine" (Claro de Luna), de L.V.Beethoven.
Las Leyes Astrales. Etimología y su origen en la humanidad.
Etimológicamente, Astronomía quiere decir "La ley, o la norma, de los astros", es decir, todas las leyes o "normas que siguen los cuerpos celestes en cuanto a su movimiento y cambio en el espacio y el tiempo, así como la naturaleza y composición de los mismos".
Se trata de una disciplina científica verdaderamente apasionante, que ha suscitado interés y curiosidad al género humano desde tiempos prehistóricos. Tenemos evidencia documental de que desde hace no pocos milenios el hombre ha escudriñado el cielo y los acontecimientos estelares con un respeto similar al de la práctica de los ritos religiosos, atribuyendo un significado o mensaje divino siempre que se esperaba y producía un fenómeno celeste admirable.
*Los mayas: los genios de la Astronomía.
Probablemente fuese la civilización maya la que más ha profundizado en el conocimiento de los fenómenos astrales, estableciendo calendarios -basados en los movimientos astrales y su periodicidad- de una exactitud asombrosa, si tenemos en cuenta el momento en la historia de la humanidad de su existencia (primer milenio A.C., en América). Los mayas fueron mucho más lejos en la confección de sus calendarios que sus coetáneos de la antigua Grecia, si bien los griegos destacaron por su conocimiento en la disciplina astronómica en general, no exclusivamente en lo necesario para la creación de calendarios rigurosos, que era la especialidad de aquéllos.
La Astronomía en la Antigua Grecia
Y es que, en nuestro mundo occidental anterior al conocimiento de la existencia de América, los antiguos griegos fueron, en Astronomía, como en prácticamente cualquier otra disciplina científica, los más grandes estudiosos y descubridores del planeta en la Antigüedad, sentando las bases y cimientos de todo el conocimiento y la cultura que hemos heredado en nuestra cultura occidental actual, soberana del mundo globalizado en el que a día de hoy vivimos. Cultura que, celosamente preservada en pergaminos en las bibliotecas desde mediados de aquel primer milenio antes de nuestra era, ha prevalecido a través de la Edad Media y su más de medio milenio posterior hasta florecer en nuestra actualidad. Lo que los antiguos griegos hicieron fue algo así como sembrar la semilla cognitiva de los frutos de nuestra ciencia y cultura a nivel global. Qué grandes los griegos.
Así pues, los griegos, sentaron las bases de la astronomía que conocemos hoy, si bien, por supuesto, los Kepler, Galileo y Copérnico deshicieron ciertos mitos clásicos que habían perdurado hasta el Renacimiento (siglo XV), perfeccionando la herencia clásica griega.
Ptolomeo fue el gran astrónomo de la Grecia antigua clásica. Propugnaba la llamada teoría "geocentrista", según la cuál la Tierra era el centro del Universo. Nuestro entrañable pequeño planeta azul -que entonces aún no se sabía empíricamente que fuese una esfera, sino más bien una faz terrestre firme, horizontal e inmóvil-, era el punto del Universo alrededor del cual giraban todos los cuerpos celestes (el Sol, la Luna y el resto de planetas y estrellas). Esta idea, a falta de una demostración científica de lo que tan sólo era especulación, el hecho de que la Tierra fuese redonda, mejor dicho, esférica, y que no fuese el centro, sino un astro más que giraba alrededor de su estrella (en nuestro caso, el Sol), prevaleció hasta el despertar renacentista, cuando Dios dejaba de ser el centro de todo, implantando en su lugar al hombre (antropocentrismo en lugar de teocentrismo), y la Tierra el centro del Cosmos, dejando su lugar al Sol (heliocentrismo en lugar de geocentrismo). Esta teoría "heliocentrista" fue obra de Galileo, y ratificada por Kepler y Copérnico posteriormente.
Pero los griegos, amantes como eran de la Aritmética y la Geometría, aún en la antigüedad, no se quedaron cortos en semievidenciar que nuestro planeta era, en efecto, una esfera. Eratóstenes lo demostró mediante el siguiente experimento: en dos pozos, situados uno en una ciudad egipcia y otro en otra, a una distancia considerable entre sí, a la misma hora de cénit, el primero no provocaba sombra alguna, mientras que el segundo, en ese mismo instante, provocaba una sombra de cierta longitud; eso sólo era explicable si la Tierra era, como en efecto es, una esfera. Y además, Eratóstenes, por los datos concretos de las longitud de la sombra y la distancia entre ambas ciudades, pudo calcular y determinar la distancia real desde un punto del ecuador al polo, con un margen de error escasísimo a juzgar por los rudimentarios medios empleados en dicho cálculo.
*Procedimiento por el que Eratóstenes midió la Tierra.
Pero sigamos con nuestra Astronomía, no nos desviemos hacia otras disciplinas científicas. Los griegos conocían todos los planetas -y la Luna- del Sistema Solar, desde Mercurio (el más cercano al Sol) hasta Saturno. Posteriormente, los romanos asignaron sus nombres a los días de la semana. Así, Lunes es "el día de la Luna", Martes, "el día de Marte", Miércoles, el de "Mercurio", Jueves, de "Júpiter", Viernes, de "Venus" y Sábado de "Saturno". Y ¿Domingo?, del Sol, el astro-Rey (de "Dominus", Señor o Rey en latín). En casi todas las lenguas indoeuropeas, no sólo en castellano, por supuesto, cada uno de los siete días de la semana se denomina según tales planetas, en el mismo orden.
Renacimiento
Y llega el siglo XV y el final de la Edad Media. El Imperio Romano desaparece con la caída de Constantinopla en 1453, y ya se puede decir que comienza un nueva era: la Edad Moderna. Europa es sabedora de que es el continente viejo por excelencia, en la que se ha desarrollado la mayor parte de la cultura y la ciencia documentada hasta entonces (y hasta hoy). El Imperio Romano, mediante su lengua latina, y la avidez copista en los monasterios medievales, había difundido en su lengua todo el saber -con el beneplácito de la censura eclesiástica- heredado de la tradición Griega y que había sido posteriormente asimilado por Roma. Desaparece un imperio, pues, y desde finales de este siglo XV aparecen los distintos Estados de la Europa Moderna: España, Francia. Portugal, Países Bajos, Inglaterra y los diferentes reinos que tres siglos después, ya en la Edad Contemporánea (siglo XIX), se convertirían en Alemania e Italia.
Como he señalado antes, fue en esta época cuando la esfericidad de la Tierra dejaba de ser una creencia y se consolidó como una evidencia. Fue entonces cuando, ante dicha evidencia científica, los europeos, con los españoles como pioneros, se lanzaron a viajar a las Indias desafiando al Mar Tenebroso (el océano Atlántico), tratando de arribar a aquellas tierras rumbo a occidente. Y así se constató "de facto" que la Tierra es esférica.
*Galileo Galilei y la teoría heliocéntrica.
Galileo Galilei fue quien sacó a la luz la teoría "heliocentrista". Demostró con ella que es el Sol, y no la Tierra, el centro alrededor del cual giran los demás astros (los que hasta entonces se conocían, que podían ser observables sin telescopio, aún sin inventar; los de nuestro sistema, llamado por tanto, el Sistema Solar). Estos astros que giran alrededor de una estrella son denominados "Planetas". Hasta la fecha, y desde la Antigüedad, se conocían sólo seis: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter y Saturno. En los siglos siguientes, hasta mediados del XX, se terminaron de descubrir los otros tres: Urano, Neptuno y Plutón. Tales son los nueve planetas que hoy conocemos que conforman nuestro Sistema Solar, es decir, aquellos que orbitan alrededor de nuestra estrella: el Sol.
Los planetas, pues, giran alrededor de una estrella, y los satélites, como la Luna (el nuestro), alrededor de un planeta.
Actualidad
Ya con la invención del telescopio, en el siglo XVIII -me parece-, el siglo de la Ilustración, el Empirismo y los grandes descubrimientos científicos, los astrónomos pudieron profundizar en esta ciencia, aportar datos cada vez más objetivos y ofrecer una panorámica mucho más aproximativa de la realidad de los astros, distancias astronómicas y clasificación de los cuerpos celestes, y posibilitando un estudio y llegando a un conocimiento mucho más riguroso y sistemático de los astros.
Y así llegamos al siglo XX. El desarrollo que la Astronomía experimentó aquel "siglo de las luces", continuó paulatinamente hasta llegar al último siglo del milenio, el cual, supuso un desbordamiento en la cantidad y calidad de medios técnicos y tecnológicos y avances científicos, permitiendo que las investigaciones astronómicas -como en el resto de las disciplinas científicas- experimentaran un desarrollo de forma exponencial.
Gracias a este desarrollo, los astrónomos han podido entrar en el estudio de fenómenos celestes (eclipses, lluvias de estrellas), períodos orbitales, conocer otras galaxias, otros sistemas estelares, satélites de otros planetas, asteroides, cometas, cómo nacen y mueren las estrellas, supernovas, nebulosas, constelaciones, agujeros negros, quásares, meteoritos...); son muchos los términos astronómicos empleados hoy día para definir y concretar los diferentes tipos de cuerpos y fenómenos astrales que el panorama celeste nos ofrece.
*Perspectiva temporal de la evolución del Universo y la vida en la Tierra hasta el ser humano.
Los grandes y sofisticados observatorios astronómicos que se erigieron el siglo pasado, con sus potentes telescopios, de un alcance impensable para la ciencia de siglos anteriores gracias a los avances tecnológicos, han hecho posible escrutar el firmamento y estudiar no sólo los planetas y astros más cercanos, sino ir mucho más allá del Sistema Solar y poder conocer otras estrellas y galaxias (conjuntos de estrellas, cada una de las cuales puede tener planetas que giren a su alrededor, y estos planetas, a su vez, satélites; estos conjuntos de estrellas, las galaxias, conforman unidades que se mueven y alejan unas respecto de otras).
No hay que confundir las galaxias con las constelaciones, que son agrupaciones de estrellas, no según su proximidad física real, sino por su proximidad visual desde el punto de observador terrestre, sin necesidad de telescopio, sino a simple vista en una noche de cielo estrellado.
Pero con los avances del siglo pasado, como iba diciendo, se puede sondear el espacio exterior a unas distancias "astronómicas" (por supuesto, nunca mejor dicho) respecto de nuestro punto de observador terrestre, tomar fotografías muy descriptivas y precisas y estudiar el Universo a distancias impensables anteriormente.
Y, por supuesto, como ha sucedido en todas las disciplinas científicas, es gracias al vertiginoso mundo de la informática desarrollado sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX lo que, yo creo, ha influido decisivamente en el avance de los conocimientos astronómicos y en la cantidad de datos que tenemos y podemos obtener del Universo. Las potentes computadoras, capaces de realizar sofisticados cálculos, nos han permitido obtener datos de todo tipo, pudiendo llegar a establecer calendarios prácticamente perpetuos que predicen los movimientos de los astros para grandes períodos de tiempo, y, por supuesto, poder estudiar minuciosamente los fenómenos celestes y recopilar todo tipo de datos y detalles que nos han permitido conocer el Universo de la manera que se nos muestra en cualquier atlas de Astronomía, a día de hoy.
Punto de vista y recuerdos de infancia personales.
Personalmente, pienso que la Astronomía entraña un mundo verdaderamente apasionante, que siempre me ha suscitado gran interés, curiosidad y emoción (como a cualquier ser humano, en general, desde que el hombre es hombre).
Recuerdo que de pequeño me atraían enormemente las páginas introductorias de un atlas de geografía moderno que mi padre compró a comienzos de los ochenta, páginas en las que se contextualizaba y describía a la Tierra en relación al Sistema Solar, mostrando imágenes representativas de los nueve planetas y sus distancias y dimensiones relativas con respecto al Sol, y los datos y cifras de componentes físico-químicos generales. ¡Qué sensación y emoción recuerdo cuando, tras mirar el resto de planetas, fijaba mi atención en la figura del nuestro, la Tierra, nuestro hogar, nuestro querido planeta azul!; su aspecto destacaba de entre todos, pues cualquiera de los otros ocho, ya fuera más grande o más pequeño, presentaba una apariencia mucho más árida, monótona y desértica. Pareciera que, sólo ahí, en una canica gigante con tal aspecto, pudiera haberse generado el milagro de la vida, o por lo menos, de la mía, habiendo hecho posible que en ese momento pudiera yo estar precisamente contemplando su figura -a pequeñísima, diminuta escala- y meditando todas estas cosas.
Siempre me ha fascinado la astronomía. Hasta recuerdo que, a mis cinco años, cierta noche después de cenar pensara y le dijera a alguien de casa: "Yo de mayor quiero ser astronauta". Al final, no he sido astronauta, pero me ha dado por tocar el piano y la flauta (a mis cuarenta y un años, prefiero no salir de mi casa planetaria, prefiero quedarme en ella tocando tranquilo en el piano la canción de "Planeta Imaginario").
Click aquí para ver mis poemas "El Piano" y "La Flauta", en mi blog de poemas y canciones.
Click en el siguiente enlace para escuchar mi interpretación de "Deux Arabèsques", de C.Debussy, en la que se basaba la música de cabecera del programa infantil ochentero de TVE "Planeta Imaginario":
Este programa infantil de "Planeta Imaginario" aludido, que tanto me gustaba de niño, especialmente esa musiquita del comienzo, hacía y hace plantearme uno de los grandes interrogantes que el hombre ha debido siempre hacerse desde que mira al cielo y contempla los astros: ¿Existirá vida en algún otro lugar del Universo? Una pregunta que siempre nos hacemos y seguiremos haciéndonos.
Yo creo que no estamos solos y que, aunque hayan transcurrido decenas de milenios desde que el ser humano se hace preguntas como ésta sin respuesta, y aunque no haya testimonio documental de algún encuentro humano con criaturas extraterrestres que nos hayan visitado -porque me parece que nosotros no hemos visitado otros mundos, más que unas pocas horas y pisadas sobre la superficie lunar hace 51 años-, y aunque a pesar de los avances científicos y técnicos que facilitan la visión y el estudio de lugares celestes a distancias astronómicas aún no hayamos podido constatar la existencia de vida en algún otro lugar del Universo, pienso que no es difícil tal posibilidad, que más bien es bastante probable que haya alguna forma de vida, y por qué no dotada de una inteligencia más profunda que la nuestra, que a día de hoy escape a nuestra percepción e inteligencia, pero con la que algún día quizá podamos entrar en contacto.
Pero, para ello, tenemos que tener fe, y empezar por entendernos y preservarnos nosotros mismos.
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