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miércoles, 19 de agosto de 2020

Taquigrafía

EL ARTE DE LA "ESCRITURA VELOZ"

¿A quién no le daba tiempo a tomar los apuntes de clase porque el profesor explicaba un poco rápido? En mis tiempos de estudiante, yo a veces me presentaba con un magnetofón grabador y así poder recoger el sonido circundante en mi clase que, cuando el profesor hablaba, era prácticamente su voz lo único que destacaba y así poder ser escuchado cuando lo ponía a reproducir en casa.
Pero se dio el caso de que un gracioso me debió robar el magnetofón que hacia abril de 1993 llevé alguna vez a clase para realizar lo antes descrito. No volví a sacar cosas de mediano valor de casa a las aulas.

Un libro de F.P.

No precisamente por el motivo anterior, pero sí de gran utilidad para ello fue al comenzar el siguiente curso, 2º de BUP, teniendo curiosidad por saber y preguntarle a mi madre por aquel libro-manual de "sistema de escritura rápida" que ella me había enseñado años antes y que se había comprado para recordar lo que en sus tiempos ya sabía (mi madre tiene los dos diplomas de mecanografía y taquigrafía). 

Se trataba de un manual que, a finales de los 80, cuando mi madre lo compró, servía de libro de texto para el alumnado de F.P. No es que mi madre fuera ya a su edad a empezar a estudiar Formación Profesional; lo compró, como he mencionado arriba, para recordar y refrescar aquel conocimiento que adquirió en sus tiempos de formación. Y yo, al verlo por casa, con lo curioso que soy, lo eché un ligero vistazo y, al ver que se trataba de signos extraños que sustituían a letras y palabras, pensé, con mi mentalidad de unos 10 años: "¡Qué chulada, una escritura de signos extraños, un lenguaje extraño para abreviar la escritura...!, y le pregunté a mi madre de qué iba eso, y cómo es que lo había comprado si era un libro de F.P., contestándome lo que ya he dicho, su anhelo de recordar aquello.

*Libro de Taquigrafía para F.P. que mi madre compró, allá por 1989, para refescar lo que aprendió de joven, y el cual me sirvió a mí para aprender autodidácticamente este peculiar lenguaje de escritura.

Estuvo ella con el libro algunas semanas, pero pronto lo dejó de lado con otros de sus quehaceres domésticos y costura, patrones, pintura y otras de las muchas labores y aficiones a las que siempre le ha gustado dedicarse. De manera que aquel libro y la taquigrafía cayeron durante algunos años en el olvido, de mi madre y del mío. Hasta que, un buen día de finales de septiembre de 1993, alboreando ya el comienzo del curso académico 1993/94, me acordé de aquel libro misterioso por el calibre de su contenido, y un deseo juvenil de crear signos extraños y curiosos sustituyendo a la escritura convencional, haciéndola más breve, suscitó en mí el anhelo de poder encontrar aquel libro que me enseñó mi madre hacía algunos años. Ella me lo dio y yo empecé a apasionarme en su lectura y aprendizaje. 

Aprendizaje autodidacta.

Y disfruté mucho aprendiendo yo solito cómo eran los primeros signos taquigráficos, aquellos que representan vocales, luego las consonantes, y luego la formación de palabras y frases con ellos, con algunas supresiones de vocales que en determinados casos se debe hacer. Luego, ciertas consonantes, como las líquidas en tal posición, siempre deben suprimirse, ciertos diptongos también, etc. , de manera que, viendo como progresivamente, los signos que sustituían palabras se iban haciendo cada vez más breves, y por la paulatina asimilación de todo lo que iba aprendiendo y consolidando con los ejercicios y traducciones de pequeños textos escritos de revistas de casa, y cómo me iba familiarizando con ello y aprendiendo con buena base (se me da bien la observación, el descubrir similitudes y analogías, y sobre todo, con un gran afán por conocer y llegar a dominar este "idioma"), en las dos semanas previas al comienzo de aquel curso de 2º de BUP, en el que conocí por cierto a dos buenos amigos que mantengo a día de hoy (ambos tocayos, se llaman los dos Jesús y de los cuales hablo en la entrada dedicada a ellos en este blog), hube aprendido y más o menos asimilado bastante bien la primera de las tres partes de que constaba el manual (la parte más breve, introductoria, primeros signos y lo descrito anteriormente).

De manera que, al comenzar el curso de 2º de BUP, yo, entre clase y clase de los primeros días, llenaba algunas hojas de apuntes en sucio con ciertos "garabatos" (así podría parecer a primera vista), que no eran otra cosa que signos taquigráficos de palabras o frases que escuchaba de los profesores, o, simplemente, pensamientos personales. Así que no se hizo tardar el momento en que algunos de mis compañeros que se sentaban cerca de mí, se extrañara por tales garabatos con cierto tinte de idioma semítico -a muchos les parecía árabe, sobre todo en la época de la Universidad de Alicante, en cuya facultad de Filosofía y Letras se impartía la asignatura de tal idioma y la carrera filológica respectiva-.

Quienes me "pillaron" y se sorprendieron por tales "garabatos" enseguida me preguntaban qué era aquéllo, y yo les dije que se trataba de la llamada "Taquigrafía", un sistema para escribir o intentar escribir casi tan rápido como se habla, con la finalidad de captar discursos y conferencias o explicaciones de clase íntegramente, para su posterior interpretación y transcripción a limpio en casa. No les costó dar crédito a ello, pues no dudaban de mi palabra al decirles que lo estaba aprendiendo autodidácticamente, pues siempre me han tildado de "empollón" en el colegio e instituto, aunque realmente yo no era de estudiar mucho; a veces sí, pero más bien mi cualidad era la de comprender y asimilar de manera rápida y eficiente (no es que me quiera echar rosas, pero intento atenerme a la realidad).

El caso es que mis compañeros se maravillaban al descubrir tales signos y más aún, cuando me pedían que escribiese tal o cual cosa en taquigrafía o yo inmediatamente lo hiciera. Ante cierto escepticismo o duda que tuvieran de la veracidad de que lo que escribía en aquellos breves signos se correspondía con las frases que me pedían transcribir, yo les decía: "decidme al dictado tres o cuatro frases o ciertos fragmentos de texto de cierta extensión para que tome nota en taquigrafía, y a continuación os lo leo". Lo cual se repitió muchas veces a lo largo del curso, y cuando se lo leía y veían que correspondía con el texto dictado con escasísimos pequeños errores normalmente, entonces es cuando se solían quedar boquiabiertos y sorprendidos, con semblante alucinógeno.

Y así iban pasando las semanas de aquel curso 93/94. Los fines de semana me aprendía en casa tres lecciones del libro de Taquigrafía de mi madre, haciendo los ejercicios y prácticas correspondientes, y posteriormente, desde el lunes y durante toda la semana, a ratos, depende de la utilidad que podía tener según la asignatura, aplicaba lo aprendido en casa escribiendo lo que el profesor decía en este peculiar lenguaje. Era divertido y, a la vez, entretenido y útil; me agradaba mucho y deleitaba mi mente de apenas 15 años. Además, era la forma que tenía de "quedarme" con el personal de clase (no sólo los compañeros, pero alguna que otra vez algún profesor lo veía y me preguntaba qué era aquéllo).

¿Qué es la Taquigrafía?

Etimológicamente la palabra "Taquigrafía" quiere decir "escritura veloz" (del griego "taxos" -rápido, veloz-, y "graphos" -descripción, gráfico, grafía-.
Así pues, si "Mecanografía" significa "escritura mecánica", "Taquigrafía" significa "escritura rápida". Más allá de una simple aproximación etimológica, y según la definición que el manual con el que la aprendí ofrece en su introducción, "Taquigrafía" designa "el arte de escribir tan deprisa como se habla, por muy deprisa que se hable".

Es importante señalar que se trata de un sistema de transcripción fonética; esto es, sonora, de sonidos. Esto quiere decir que en taquigrafía lo que se representa por escrito son los sonidos que el taquígrafo escucha, y no los caracteres ortográficos de las palabras que escuche. Este primer matiz ya es algo que, como podemos intuír, favorece de primera mano la reducción escrita respecto a la escritura convencional (las haches no necesitan transcripción; ciertas consonantes trabadas a final de sílaba no necesitan transcripción como "lapsus", "rapto", "abrupto", "exacto", "actitud", "Héctor", "abdomen", "obtuso", "subterráneo", "elíptico", "adviento", "adyacente", "atlas"; las vocales o consonantes repetidas sucesivamente, sean de la misma palabra o no, pero seguidas en el discurso fónico; la "ch" es un solo signo, la "ll" también, etc.).

*Alfabeto taquigráfico martiniano.

Muchos idiomas, sobre todo los principales de europeos, tienen su propio sistema de taquigrafía. Por razones de la morfología y la fonética de cada idioma, cada uno precisa de un sistema propio, pues los grupos fonéticos usuales en cada idioma son caracterísiticos de cada uno de ellos, y por tanto, la necesidad de crear signos taquigráficos más o menos similares o diferenciados y sus agrupaciones, lo cual es trascendental para su aprendizaje y asimilación por el estudiante de esta disciplina, suscitan diferentes necesidades en la creación de cada sistema según su idioma.

Por ejemplo, en español, tenemos muchas palabras terminadas en aria, ario, ano, ana, al, ales, ada, ado, aba... Estas terminaciones tienen sus correspondientes signos taquigráficos, sin necesidad de transcribir fonema por fonema. Esto sólo puede hacerse con esos grupos de fonemas en nuestra lengua, pues en otro idioma, tales agrupaciones son infrecuentes o inexistentes, de manera que no precisan de un signo para ellas -pero en el nuestro son utilísimas-. Por eso, un sistema taquigráfico de un idioma concreto no es útil para captar y transcribir eficazmente los sonidos y agrupaciones sonoras frecuentes en otro idioma.

Taquigrafía española

La taquigrafía española expuesta en el manual con que yo la aprendí, es la inventada por Francisco de Paula Martí, Hay otros sistemas taquigráficos para nuestro idioma, pero sólo el martiniano es el que equivale a la denominación de Taquigrafía española. Decir Taquigrafía española equivale a decir taquigrafía martiniana, y viceversa. Esta identidad terminológica no se da en ninguno de los otros sistemas taquigráficos que se han aplicado a nuestro idioma.

En cuanto al método o forma de desarrollar y enseñar el sistema -con los naturales progresos, como todo invento, ha tenido desde su iniciación o nacimiento- es el "Método de F.Gómez", que por su valor intrínseco (más que por labor propagandística) ha logrado extraordinaria aceptación y difusión.

De la taquigrafía española o martiniana se ha dicho, por autorizados taquígrafos, que se encuentra hoy en España representada y contenida entre los polos Fco. de Paula Martí, el inventor, y Felipe Gómez, seguidor y continuador.

Rápido y grato proceso de autoaprendizaje.

Puedo decir que me sentí en su día y hoy me siento orgulloso de poder afirmar que aprendí a escribir en taquigrafía autodidácticamente en un tiempo meritorio (poco más de cuatro meses). Empecé hacia finales de octubre de aquel 93/94, y poco después de la vuelta a clase tras Navidad, sólo me quedaba algunas páginas del final, las cuales no terminé de aprender hasta casi final de curso, porque el libro se me extravió por casa sin ser capaz de encontrarlo hasta finales de abril si mal no recuerdo (cuando entonces lo llevé enseguida a clase para cumplir mi promesa a mi amigo Jesús González de enseñárselo en cuanto lo encontrara, si bien al final no le dedicó casi ninguna atención; tras el tiempo transcurrido, ya no le interesaba tanto el tema). 

Cada fin de semana, mientras en la salita de casa de Benidorm veía la tele los sábados por la mañana, aprendía dos o tres nuevas lecciones (y hacía los ejercicios prácticos correspondientes) y las repasaba y me aseguraba de asimilarlo todo bien. Y luego, especialmente durante la semana, en clase, aplicaba lo aprendido tomando nota, en este arte de escribir rápido, muchas de las explicaciones que los profesores nos daban, cuando de otra forma no me hubiera dado tiempo a hacerlo.

*Una página del libro de F.P. con el que aprendí taquigrafía martiniana, en la que se muestran varias líneas escritas en renglones pautados para este tipo de escritura. Es mi ejecución de un ejercicio, en que había -como en cada lección del libro- que escribir en taquigrafía un texto de la página precedente, con palabras con las que se pone en práctica lo nuevo aprendido en dicha lección.

Según pasaban las semanas, y tras ellos, los meses, iba teniendo cada vez más fluidez y seguridad y facilidad para aprender cosas nuevas, pues como todo lenguaje, éste tiene obviamente también sus correlaciones, analogías y sistematizaciones, de manera que el aprendizaje cada vez era más sencillo y gratificante. Verdaderamente, recuerdo que disfrutaba aprendiendo taquigrafía. Además, siempre me había atraído el hecho de inventar idiomas o más bien "códigos secretos" basados en sustituciones sistemáticas de letras por números, símbolos o por otras letras, y así poder crear mensajes haciéndoselos llegar al destinatario, que también conocía dicho código, y así podernos comunicar enviándonos mensajes que sólo yo y el otro podíamos emitir y descifrar. Había jugado de esta manera con mis hermanas Mari Carmen y María en casa -con Nata a esto no-, y alguna vez que otra también en el colegio con algún compañero.  

Aplicaciones posteriores y anécdotas

Después de aquel curso de 1993/94 (mi 2º de B.U.P.), seguí por supuesto aplicando la taquigrafía en cursos académicos posteriores, tanto del instituto como del conservatorio de Música. En 3º de BUP, el profesor de química me pilló tomando nota en un cochambroso papelucho a base de signos que parecían garabatos, pero cuando le ví con la mirada fija en ellos, le increpé en seguida "Tomo los apuntes en taquigrafía". Claro, él me preguntó: "Ah, sí?, ? y aquí qué dice? Su tono y mirada cambió cuando para su sorpresa le recité al dedillo las dos últimas frases de sus explicaciones antes del "parón".

Ya en C.O.U., era muy común el hecho de tomar casi todas las clases de Geología en taquigrafía (luego, claro, en casa me tocaba pasarlo a "cristiano"). También era común en clases de Historia del Arte en el Conservatorio de Alicante. Aquí me veía aún más forzado a utilizar este recurso. Algunos de los compañeros de clase se fijaron en mis notas desde sus asientos de detrás y me preguntaban con curiosidad que significaba aquéllo. "Es taquigrafía", les respondía, "un sistema para escribir tan rápido como se habla". Se quedaban sorprendidos, admirados y extrañados, dudando de llegar a creérselo del todo. Pero creo que terminaban convencidos. Años después, coincidiendo con alguno de ellos en clases de otras asignaturas del Conservatorio, me recordaban tales episodios de la "taquigrafía".

Pero donde más "furor" -empleando el término que me refirió un compañero- provocaron mis apuntes en taquigrafía, fue en la Universidad, en el curso 1996/97 (el único que asistí a clase regularmente, porque el siguiente después de febrero me vine abajo y opté por dejar la carrera de momento (no la volví a retomar). Aquel primer curso universitario, en plenas clases de latín, lingüística o lengua, un tal Miguel Ángel -creo que se llamaba aquel compañero- me decía que muchas chicas se quedaban estupefactas al descubrir mi forma de tomar apuntes. Otros, me preguntaban que si es que estaba haciendo la carrera de filología árabe y de paso tomaba los apuntes del resto de asignaturas troncales en ese idioma. Esto era lo más normal en la Universidad, el hacer pensar que aquellos signos eran escritura árabe. Luego, claro, me echaba a reír y les decía que no era árabe, sino que se trataba de taquigrafía, el arte de escribir tan deprisa como se habla, para que me diera tiempo a coger lo más posible de labios del profesor en clase aunque luego me tocara pasarlo a limpio en casa.

¡Ah!, se me olvidaba, también era eficaz a la hora de improvisar "chuletas" los minutos previos al examen, escribiendo en signos taquigráficos alrededor del pupitre en el que iba a examinarme. Esto lo hice tanto en COU como en la "Uni", creo recordar.

Aunque para ser sincero, lo que más me gustaba de todo era, aparte del proceso tan grato de aprendizaje autodidacta de la taquigrafía tal y como he señalado, que conseguía casi siempre "quedarme con la peña" allá donde hacía uso de ella. Esto ya me lo imaginaba, mientras lo aprendía en casa, que ocurriría el día que lo pusiera en práctica allá donde me vieran hacerlo -como así fue-; por eso, pensando en ese "quedarme con la peña" futuro, me resultaba tan gratificante aprender maquiavélicamente este misterioso lenguaje en casa... jajaja. Hombre no; estaba bromeando, no fue esa la principal razón de dicha gratitud, aunque creo que algo inconscientemente sí una de ellas. 


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